Es difícil meter una vida entera en una maleta y como es imposible, hay que elegir y seleccionar. Esta selección no depende de preferencias sentimentales, ni recuerdos dulces (los amargos se descartan), ni de las dudas o esos objetos a los que no se quiere renunciar pero que se dejan amontonados en una casa. Hacer una maleta es todo un arte y como no, un desafío que nos hace ser prácticos y útiles: metes los zapatos cómodos y dejas los de tacón que te pones una vez al año, la ropa de trabajar desechando la nocturna que se aproxima más al yo que eres y no al que aparentas ser.
Y dejas también, los libros pesados que lees cuando estás tristes, los dvds que te hacen reír, los juguetes que conservas de la infancia y los que has comprado de mayor...
Dejar y abandonar es el precio que se paga por las nuevas vidas.
Un poco de todo y de nada, como la vida propia y la ajena... Sobre búsquedas y hastíos y caminos desandados y pérdidas sonoras...
miércoles, 17 de agosto de 2011
lunes, 15 de agosto de 2011
Cambios vitales
Una vez tomada una decisión que lo cambia todo, el mundo vuelve a ser una tabula rasa. Mientras, cierras asuntos pendientes, haces maletas, gestionas visados... Y descubres que pese a cambiar de país, ciudad, continente e idioma, hay cosas que siempre permanecen...
jueves, 11 de agosto de 2011
GRAN VÍA
Y si hay una calle en el mundo, a la que amo y añoro, es sin duda Gran Vía. Llena siempre de luz y de vida, con gente a cualquier hora. Rebosante de tráfico, de oscuridad, bullicio y ruido. Con los edificios de la infancia, los cines caídos, teatros (ahora de musicales) y sobre todo gente. Madrileños que caminan con rumbo fijo y se distraen en algún escaparate. Turistas sin rumbo en busca de un Corte Inglés (hay para elegir en la zona). Y un mundo entero en una de las arterias de la ciudad que te sorprende cada día, porque parece la misma cuando no lo es. Siempre deslumbrante Gran Vía.
miércoles, 10 de agosto de 2011
Fragmentos vividos
Mientras sueño despierta con dormir y a la hora de dormir no sueño, actúo, hablo, busco y realizo mil cosas más de las que no soy consciente, cosas que ni siquiera recuerdo... Conversaciones perdidas en el olvido, marcas que surcan la piel y no sabes de qué guerra han venido, imágenes fugaces que fueron y que se manifiestan como una sensación inquietante de encuentro y pérdida que desaparecerá en tres segundos, como la memoria de los peces.
Palabras que alguna vez leíste en un libro (¿quién era el autor?), sucesos trascendentales que estremecen tu alma, el tacto del beso borrado en los labios de la persona que ya no recuerdas y con la que te cruzas en el andén, la conversación con un transeúnte desconocido que comparte cinco horas de aeropuerto que recordarás, pese a haber olvidado a la persona (su nombre, su rostro, su voz).
Tantos fragmentos, tantos recuerdos a medias, tantas horas de vida borradas, olvidadas, fragmentadas...
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